5 años exactos nos ha llevado reunir las fuerzas y convicción necesarias para repetir lo que en su día fue la mejor experiencia de nuestras vidas, viajar sin billete de vuelta. Y en el mismo día de febrero cogimos las mismas mochilas, un poco más arrugadas y manchadas de vida y experiencias, y volamos hacia la misma ciudad que nos vio aterrizar aquella vez.
Buenos Aires, que además de tener el nombre más hermoso, atractivo y evocador que conozco, nos acogió con la calidez de su Febrero y el espíritu calmado de los porteños en su verano. Dicen que al lugar donde fuiste feliz no debes regresar, porque tu recuerdo puede cambiar. Pero nosotros nos la jugamos, nos encantó la primera vez y la segunda ya la posicionó como grande entre las grandes!
Nos ubicamos en San Telmo, tranquilo y bohemio, a la vez que enigmático e inquieto. La puerta menos pensada te abre un nuevo espacio inesperado, un patio de conciertos en una antigua cárcel para mujeres, un pasaje de antiquarios, una pequeña exposición de artesanía… El límite está en la imaginación de cualquier vecino entusiasta, y hablando de argentinos eso equivale a no tener límite.
Y qué mejor forma de dejar volar nuestras infantiles mentes que caminar por el paseo de la historieta, un pequeño recorrido donde en cada esquina hacen honores a distintos personajes del cómic argentino. En nuestra infinita ignorancia sólo alcanzamos a reconocer a Mafalda, cuyas tiras cómicas me siguen atrapando más que cualquier red social, sólo que cada minuto dedicado a una tira de Quino es la mejor inversión de tiempo uno puede hacer. Cada país debería tener su Quino para retratar su propia estupidez social con tanto ingenio, pero si sólo estuviera permitido un Quino en el mundo, sin duda éste sería argentino.
Al día siguiente y dado que el jet lag no aparecía por ningún lado, alquilamos unas bicis para recorrer la ciudad, muy a pesar de una zona noble de nuestro cuerpo que nos lo recordaría durante días. El paseo por la reserva ecológica que da a la desembocadura del Río de la Plata es tranquilo y muy agradable, aunque el sol te abrase la nuca y los animalicos, en general más listos que los humanos, descansen en paz al borde de una ciudad con tráfico difícil, con lo cual no ves ni media lagartija, aunque se agradece el remanso de paz entre tanto hormigón.
Por suerte en BsAs han implementado un gran recorrido de carril bici o ciclovías (qué ventaja nos llevan en la riqueza léxica), que nos permitió recorrer toda la ciudad en… el triple de tiempo estimado. Y eso es una constante en este vasto continente, lo que en un mapa parece factible recorrer en 20 minutos, jamás bajará de una hora, sin contar imprevistos como la macro obra de tráfico junto a Puerto Madero, paradas obligatorias como la librería del Ateneo o paradas vitales para tomar una Quilmes y reponer fuerzas.
Visitar cada librería que encuentres a tu paso debería ser obligado, son un espectáculo en si mismas. Todas y cada una de ellas.
Llegamos pedaleando y jadeandohasta Palermo, el barrio cool de la ciudad, tan cool que a veces parece impostado, pero bonito al fin y al cabo, y eso les basta a dos hedonistas distraídos y sin prisa.
Comimos en La Hormiga, un restaurante cuya iniciativa tenemos que importar seguro: en todas las mesas ponen un cubilete con colorines para que te entretengas mientras traen tu pedido pintando el mantel de papel. Válido de 0 a 100 años y constatamos que al principio todo el mundo empieza a garabatear tímidamente, para terminar apartando al camarero cuando le traen su comanda, para terminar su obra!
De vuelta en bici tomamos un Fernet & Cola (qué paso en su día, porqué dejamos de querernos durante tanto tiempo Sr. Branca?) en la Musetta. Aquí muchos bares también parecen librerías, sólo les faltan algunos perretes cariñosos pidiendo caricias con el hocico para ser el paraíso.
Todo impecable. Buenos Aires, todo nuevo en esta vieja ciudad. Rematamos el día con un cóctel en el Café Calypso, muy cerquita de casa, un local que en sintonía con la canallería del barrio es, sencillamente, un apartamento reconvertido en bar, donde todo está en su sitio como si alguien viviera allí y estuviera a punto de llegar a casa tras la jornada de trabajo, para encontrarse a sus mejores amigos celebrando la casualidad de encontrarse juntos, que a estas edades de la vida ya es algo suficientemente relevante para ser celebrado.
El último día recordamos culturizarnos y decidimos ir al MACBA, Museo de Arte Contemporáneo de… exacto. Había una exposición fantástica de una artista española llamada Mercedes Azpilicueta y tuvimos la suerte de que una de las conservadoras del museo justo explicaba toda la obra expuesta al momento de llegar. Porque en el tema de las artistas conceptuales y performance, o te lo explican o no hay manera.
Incluso en algún momento llegamos a pensar que entenderíamos algo y podríamos sentirnos merecidamente progres, ya que milenials seguro que nos sentiremos más.
Al salir fuimos a buscar respuestas de la mejor manera posible, subiendo a la azotea del Palacio Barolo y observando toda la ciudad perderse en varios horizontes, hacia el mar quedaba lejos nuestro hogar, hacia el oeste quedaba prácticamente igual de lejos, no en distancia sino en calidez de espíritu nuestro nuevo destino, la Patagonia Austral.
By Pere&Didi
0 comentarios